Va una propuesta abierta a quien quiera recibirla. Propongo que pensemos en resignificar al Fracaso.
¿Cómo haríamos eso?
En el primer paso, en nuestra imaginación, vamos a deconstruir el concepto que tenemos hoy de fracaso. ¿Cuáles son todas esas palabras que asocias con este término tan fuerte?
Te ayudo con algunas:
Error – Falla – Vergüenza – Derrota – despido – inútil – culpa – perdedor.
Paso dos, lo volvemos a construir de una manera diferente. Ahora buscamos que esa palabra que trae consigo tanta carga negativa, encierre el significado de una experiencia útil, emocionante y constructiva. Y lo volvemos a llenar con palabras que acerquen a este nuevo significado:
Aprendizaje – Oportunidad – Sorpresa – Equipo – Intentar – Curiosidad – Solidez – Descubrimiento.
Ya tenemos las palabras nuevas que van a reemplazar a las que ya no queremos que estén ahí. Listo.
Ahora el fracaso ya tiene una nueva forma y, según las palabras elegidas, va por un concepto que mira a la acción en positivo.
Paso tres, según nuestra resgnificación, el fracaso deja de ser algo que era, y empieza a ser algo nuevo.
El fracaso
NO ES un ERROR.
NO ES una DESATENCIÓN.
NO ES INVOLUCIONAR en un PROYECTO.
NO ES CAUSAL de DESPIDO.
NO ES un problema.
El fracaso
ES un DESAFÍO.
ES un llamado de atención para evaluar CAMINOS, TIEMOS, PLANES y EQUIPOS.
ES un APRENDIZAJE.
ES una nueva OPORTUNIDAD de volver a hacer.
ES una oportunidad para MEJORAR.
El mundo que nos rodea, está lleno de inventos y descubrimientos que fueron y siguen siendo obtenidos, gracias a que mucha gente creativa, emprendedora e innovadora, cree y creyó que el fracaso es algo útil.
Esta gente entendió que fracasar, tiene que ver con su significado resignificado, ese que mira para construir.
El fracaso, tal como nos lo enseñaron, viene a destruir, porque está construido a las sombras y como contracara del éxito.
Es hora de que lo digamos bien claro. El éxito y el fracaso no están en lugares antagónicos. No se puede llegar a los resultados que uno quiere si antes no se pasó por etapas desafiantes, que dejaron aprendizaje, y con muchos llamados de atención para corregir caminos, repensar equipos, reevaluar tiempos y trazar nuevos planes.
Porque, en definitiva, éxito y fracaso se necesitan y lejos de ser dos caras de la misma moneda, son parte del mismo sistema.
Hay una historia real, muy curiosa y no muy conocida, que muestra qué cerca puede estar el espíritu del fracaso del éxito y cómo, con algo de humor, el fracaso puede pasar de ser un sinsabor a una instancia constructiva, positiva y alegre.
Es la historia de un periodista, que armó un club para gente fracasada, y lo llamó: El Club de los no muy buenos.
Este fue un proyecto que desarrolló el periodista y escritor inglés Stephen Pile, quien en 1976 creó en Gran Bretaña un club muy particular: quienes se inscribían en él tenían que tener una característica excluyente: ser malos para todo, o haber fracasado terriblemente en algo que no fuera de mayor complejidad. En pocas palabras, era un club pensado para gente fracasada. Lo entretenido de este club era el momento de las reuniones, en las que los socios y presentes debían dar muestras públicas y fehacientes de sus ineptitudes. Este club le permitió al creador y periodista reunir historias y armar con ellas el libro The Book of Heroic Failures (El libro de los fracasos heroicos).
La idea de este libro tenía un hilo conductor que era el error, el fracaso, la poca virtud, la torpeza que a veces tenemos las personas. El atractivo también estaba en que ponía en la superficie la verdadera inutilidad humana. Esa que podemos tener todos. Esta obra fue publicada en 1979 y podían leerse en su interior historias desopilantes de la real incompetencia de la gente. Entre ellas la de un ladrón que llevaba una armadura contra mordeduras de perros pero que le resultaba tan pesada que le hacía imposible cualquier opción de una rápida huida. También dio a conocer a Arthur Pedrick, un hombre que realizó 162 inventos, pero, aunque los patentó, no logró comercializar ninguno. Otras historias de las que se da cuenta en el libro de Stephen Pile son la de una persona que estuvo 34 años para completar un crucigrama, y la de un turista que estuvo más de una semana en Nueva York creyendo que estaba en Roma. Acompañan también historias de generales que no ganaron nunca una batalla, las canciones de menor éxito o el programa menos visto del mundo, entre muchas otras divertidas historias de inútiles y fracasados. Al poco tiempo de salir el libro a la venta, fue un best seller, y ese éxito se transmitió también al Club de los no muy buenos, al que llegaron 20 mil solicitudes de ingreso. Como consecuencia de esta repercusión sucedieron dos cosas: Stephen Pile fue echado de su propio club por haber demostrado que era muy bueno en algo, y finalmente el Club de los no muy buenos tuvo que cerrar sus puertas ya que su gran repercusión y demanda iba en contradicción con la idea de ser una pequeña elite de aquellos inútiles para todo.
Va otra propuesta abierta a quien quiera recibirla.
Propongo que, además de pensar en resignificar al Fracaso, como primer paso, empecemos a hablar de él.
Si existiera todavía este club, o si hubiera uno cerca de tu casa, ¿cuál sería la razón que te llevaría a él?
Hablemos de fracasos.